Microcuento
Exactamente como en un poema que leí; casi todas las tardes desde mi ventana, la veía pasar por la acera de en frente. Era una mujer madura de cabellos cortos, con cuello y aretes, largos. Caminaba con lentitud y con mucha gracia; parecía caminar con calma aprendida y sus pasos eran firmes como si las aceras estuvieran en la memoria de su marcha. Pasaban los días con una nueva actividad agendada en mi cotidianidad. Confieso que ajusté el horario de mi pausa activa, para verla pasar.
Era el tiempo de la pandemia por covid 19, el momento en que las ventanas se convirtieron en paisajes, en luz y vida circulante en el estallido de la sonoridad caribe. Los fines de semana no la veía pasar o yo me distraía. El lunes tampoco. Así la empecé a extrañar. Extrañándola inicie mi periplo de obsesiones - ¿Cómo nombrarla? – ¿Por qué pasa por aquí? ¿A dónde va? o de ¿Dónde viene? ¿Es una vecina nueva en nuestra calle? ¿Se mudó reciente? Hace tres meses que de martes a viernes, mi pausa activa es oficial.
Un día planee estar lista a la hora de su paseo entre las 5:00 y las 5:15 p.m. Me alisté para esperarla en el jardín del edificio y simulé cruzar de manera desprevenida, justo cuando pasaba. Apareció vestida de blanco con un morral rojo. Si yo caminaba rápido podía alcanzarla y por lo menos vería sus ojos, ya que su tapabocas tan rojo como el morral, le cubría el rostro. Opté por caminar lento, crucé un saludo bastante parco con un vecino que se atravesó en mi camino, justo cuando no quería que nada ni nadie me distrajera. Ella no miró hacia atrás. Sentí el olor de su perfume, una mezcla floral entre lirio y vainilla. Llegué hasta la esquina y la vi escurrirse entre la gente por la carrera atestada de carros. Regresé a casa con la sensación de estar viviendo una aventura.
Algunas noches soñé con ella. He olvidado algunos de los sueños, pero recuerdo particularmente este en el que ella cruza la acera y debajo de mi ventana, me llama. Adivino su gesto, pero no escucho su voz. Sin embargo, mi madre que aparece en el sueño, si la escucha y me pregunta ¿Quién es ella? Y yo le respondí: -Es mi novia- pero ella no lo sabe.
La verdad nunca lo sabrá, porque desapareció de la escena sin que nos conociéramos. Hago el duelo de todas mis fantasías, escribiendo esta historia.
¡Excelente, como siempre!
Ojalá ella lo supiera... Hermoso.