Microrrelato.
Por Nazly Mulford.
El tocador de mi madre era un espacio de ceremonias. Ella amaba los rituales, quizás sin saberlo. De niña me gustaba verla pintarse los labios con destreza y colgarse en su cuello; su joya favorita. Desde entonces supe que para ella el amor y el oro guardaban una relación estrecha. Algo o mucho tendría que hacer yo; para merecerlos. Realmente el metal nunca me importó un bledo. El amor sí. Sin embargo, el amor “es una forma de existir” que he incorporado en mi vida. Frente a su luna- espejo, aprendí a reconocer nuestras diferencias y comprendí el ostensible trabajo de respetarlas. A través del espejo y por siempre nuestras miradas mantuvieron un diálogo de aprobación o condena. Así llegó la polaridad a mi mundo: Bajo la disyuntiva del amor o el oro. Así aprendí a elegir. Cuando ya mi madre se había convertido en mi hija, se enfermó. Una noche extraña, estando juntas; apareció la abuela ya fallecida en el extremo de su cama. Sólo ella la vio. La abuela le pidió que se pusiera su rosario, justo después cerró los ojos y suspiró profundo. Había llegado la muerte. Pese al dolor, un aroma a jazmín invadió el cuarto. Así ronda el amor.
¡Hermoso! Estoy enamorado de sus escritos.