mis libros
Epístola del amor y sus variantes
Suele pasarme cuando sopla el aire de la luz: toca mis puertas y de pronto me sorprende el canto. La voz serena se entretiene hablando con el sueño, y todas sus metáforas encienden los puntos cardinales, porque en ellos dormita, se despierta, se fuga el amor o permanece ileso en la locura de su propia magia.
"En el tiempo preciso de las cometas", así se escribe Nazly Mulford Romanos en su bitácora de versos, cuando no encuentra los ojos donde quiso navegar. Hermoso poema de soledad, éste que le permite a la poeta mirar la sombra que sostiene la ausencia de un amor perdido. Esa misma ausencia que la guarda al lado izquierdo de la cama.
Su libro se titula "Epístola del Amor y sus variantes". Desde la primera hoja sugiere la historia de un tiempo que se enriquece con la llegda del amor. Presencia que transforma y ahonda dentro de la misma vida. Escribe, entonces, su epístola desde la evocación, con las mismas palabras que dejó el recuerdo sobre su piel... y la entrega fragante, con un lenguaje claro; sencillo en la profundidad del legendario adiós que a todos nos cobija, mucho más voz en la ebriedad de aquel encantamiento, que permitió la espera de un "otra vez" de rasgos imprecisos.
Casi al final, en este poemario de fuerzas y fragilidades, aparecen los versos que Nazly titula "Poema para una mujer nueva". Entonces ella crece: se sabe poseedora de sueños, no poseída; puede ser alegre y necesaria en los "golpes de sol"; "es digna, es libre", pero aún siendo otra, llevará puesta su "máscara de plumas".
En la "Epístola del Amor y sus variantes" confluyen los "momentos perfectos" del mundo cotidiano, "la soledad", "la sombra", "la tristeza" a la que describe con una de sus afortunadas metáforas: "sin morada como pueblo al medio día", y el tiempo que saborea los goces del amor; mientras, a su vez, alimenta el olvido.
La poeta sabe muy bien hasta qué punto un rasguño puede ser lo mismo que un presagio, cuando su rasgadura toca el alma. También, aparece el recuerdo como sinónimo del duelo por aquello que se ha ido y emprende un duro y limpio camino, mientras va sanando las heridas. Es entonces, cuando la mujer nueva vuelve a soñar.